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El silencio esencial


(Inspirado en un instante de Sol y quietud, debajo de unos gigantes verdes, en el corazón del Hipiclub, antes de una clase de Yoga).


De pronto me da la sensación de estar acostada en medio del bosque y tener un sinfonía de ruiseñores flotando sobre mi cabeza, pero unos segundos después tomo consciencia de que es sólo mi despertador, recordándome que ya es la hora. ¿La hora de qué? ¡La hora de dar gracias por estar viva y hacer honor a semejante privilegio!


Olvidamos tan fácilmente la magia de la vida, la belleza escondida, o más bien inminente y presente que nos negamos a apreciar en todas las cosas. Y no porque seamos malagradecidos o seres defectuosos… simplemente, a veces estamos dormidos.


Estamos acostumbrados a no prestar atención, a despertarnos mecánicamente y replicar las mismas rutinas de todos los días. Nos hemos habituado a vivir en la euforia de la exaltación extrema de los sentidos, en la devoción a estar ocupados, ¡siempre! Estamos acostumbrados a elegir lo que nos han enseñado que está bien. A convertirnos o querer ser lo que alguna persona, o algún grupo de personas decidió en algún momento que era lo más admirable como profesión. A decidir de acuerdo a lo que nuestra familia piensa de nosotros, o nuestra pareja espera de nosotros, o las personas que nos rodean consideran interesante. Vivimos al borde de un mundo de locura y placeres, donde poco entendemos sobre lo que realmente nos agrada y por qué, donde poco sabemos sobre lo que pensamos, donde nada sabemos sobre lo que sentimos. Y no es que crea que se trate de negar los placeres o el disfrute a través de los sentidos, pues poco sentido tiene esta jornada humana sin la experiencia de los placeres, o al menos es esa mi percepción en este momento. Pero andamos por la vida con tanta aceleración que ni siquiera nos permitimos vivir plenamente los placeres, mucho menos comprender que hay por detrás de lo visible y aparente de nosotros mismos.


Por eso, considero tan importante, casi imprescindible, crear diariamente momentos de soledad, de quietud. Parar por un instante y apreciar el cielo, tomar una inhalación profunda y sentir la energía expandiéndose por todo el cuerpo, detenerse y reconocerse como parte integral de lo que hay alrededor. Para luego exhalar suavemente, cerrar los ojos y convertirse en en ese aliento.


Son esenciales los momentos donde lo único que sucede es la respiración y la presencia, donde sólo somos, y no hay distracciones, donde podemos observarnos en libertad y desapego, escuchando las voces que surgen de nuestra mente, y en algún punto, finalmente escuchando el silencio de nuestro interior. Estos momentos donde no necesitamos nada, ni anhelamos, porque somos todo, porque estamos completos y dejamos de buscar. Entonces cuando regresamos de ese Universo paralelo, nos encontramos la gratitud de frente, cara a cara con el estado de amor, donde todo lo que llega a la vida es una oportunidad para experimentar, aprender y disfrutar, este complejamente sencillo juego que es la vida.


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