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De azares y decisiones


Cada día en la mañana, lo primero que hago después de abrir los ojos es observar la quietud de la madrugada a través de la ventana y agradecer por la oportunidad de seguir viva. No sé muy bien a quien agradezco, quizás a la vida misma por seguir dentro de mi cuerpo, o quizás a esa energía escondida dentro de la mismísima energía, que hace que mi corazón continúe latiendo y mi sangre irrigando los valles de mis tejidos. Realmente podría despertarme en cualquier otra ventana del mundo, pero decido abrir los ojos y asomarme a través de ésta.




Mi vida ha sido cualquier cosa menos un juego de azares. Quizás de alguna forma, los dioses del Olimpo se den gusto jugando con pronósticos y puntos aleatorios, en un tablero que nadie sabe a donde llega, pero que todos sabemos jugar. Mas si una cosa es cierta, es que mis decisiones me han traído a este lugar, a este espacio, a este momento. Sí, es cierto, la colección de opciones de las que elegí, pueden no haber dependido de mí, pero quien ha decidido sobre cada posibilidad he sido yo, algunas veces el “yo predeterminado”, producto de una red de estructuras predefinidas y programaciones subconscientes, y otras veces un "yo superior" que difícilmente podría comprender con la mente intelectual o tan siquiera hacer el intento de racionalizar en una explicación verbal. Pero al final, estoy aquí porque lo decidí, con todas mis células y todas mis conexiones nerviosas, sin saber muy bien si los resultados tendrían un color o un sabor particular, solamente lo supe, y lo sé en cada instante, siempre sé que quiero estar donde estoy, que quiero ser lo que soy. Atrás han quedado los momentos donde he querido ser algo lejano, los momentos donde el anhelo era el alimento de una precaria felicidad, donde el raquítico amor propio se me escapaba en tan sólo un suspiro, donde sentirme bien conmigo misma era una hazaña tambaleante como un intento de atravesar una cuerda floja suspendida sobre los rascacielos de una ciudad de incertidumbres.


Hoy, me levanto en un pequeño pueblo, habitante periférico de la gran ciudad de Barcelona, donde los pájaros cantan en la mañana, donde al voltear hacia la derecha, sal y brisa me rozan la sombra, y al voltear hacia la izquierda, el silencio de la montaña hace eco en la sonrisa. La bruma y los primeros parpadeos del Sol se hacen uno con los silbidos de la montaña que se traga el frío de la noche, mientras la primavera y el verano entrelazados se debaten en una lluvia de dudas sobre su estado migratorio.


Todo esto sucede en el cielo mientras pedaleo por un camino de tierra y flores silvestres, respirando el aire frío que me congela la garganta y me suaviza el pensamiento. A todo esto le agregamos algunas especias y condimentos: el café a medio camino con los amigos, la cuesta final antes de llegar a la hípica, las manos paralizadas como hielo que casi no pueden sostenerse, el aroma a flores de naranja… Como no sentirme agradecida? Son demasiados regalos servidos a la carta, que yo simplemente decido tomar, sorberlos poco a poco cada mañana. Y con las piernas tan pesadas como las cadenas de la pereza, subo las escaleras, una, dos, tres…25… 30… Namasté! Buenos días! Besos, abrazos, risas… Ommmmmm!!!! Empieza la práctica, sólo se escuchan las respiraciones simulando el movimiento vibratorio del mar, una danza sincronizada de saludos al sol, que parecen mecer el frío con su aliento, disipando su densidad… algunas veces la chimenea practica también, otros días el Sol entra sigiloso, siempre ocupando el mismo espacio. Poco a poco se van uniendo unos y otros, nuevos, expertos, principiantes… Algunos días es más difícil levantarse, por alguno que otro exceso o antojo nocturno, pero cada día es antes que el Sol, no vaya a ser que me encuentre la claridad con los ojos cerrados y no podamos vernos!


La vida es un entretejido de decisiones, y yo decido estar aquí, pasearme por la vida como quien pasea en bicicleta al amanecer y respira el aire puro de la montaña. Decido tomarme cada día esta medicina que es la práctica de Ashtanga, y que además es mi inspiración, mi “playground”, mi danza y mi poesía. Cada día decido desnudarme en mis cuadernos, mientras despliego pedazos de mi subconsciente, que a veces se manifiestan públicos y otros se archivan como los recuerdos selectivos. Cada día decido bailar entre las gotas de agua caliente de la ducha, o por las calles, o mientras sentada en algún lugar se me llenan los pies y los hombros de impulsos involuntarios. Cada día decido enamorarme de lo que estudio, lo que diseño o lo que sea que nazca de mis dedos o de mis pensamientos. Cada día decido que habitar dentro de mí es un privilegio, que vivir esta vida de azares y decisiones es una oportunidad que simplemente no vale la pena desperdiciar!


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