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Macaw Lodge: Una Joya en el corazón de otra Joya



El lunes temprano salimos de San José, mi amiga Vanessa y yo, con rumbo hacia el corazón del pacífico central.


Un camino de piedra en medio de la montaña tropical, donde parece que nos adentramos cada vez más en el ombligo de la selva. Las colosales olas verdes parecen tocar las nubes con sus crestas, y a la vez parecen susurrarte el camino. Llegamos por fin a Macaw Lodge, una joya en medio de otra joya.


Nos recibe Stephanie, con una honesta sonrisa, mientras nos cuenta la historia del lugar. Era mi segunda visita a Macaw. La primera vez que había estado por allá, fue para un retiro de Yoga que organizamos mi amiga y colega Dani y yo, tres años atrás.


Regreso esta vez y me encuentro con un espacio impecablemente verde, con una naturaleza aún más densa, y una magia eminente en cada sonido melódico de la jungla.


Los cuartos son sencillos y minimalistas, pero a la vez acogedores e integrados con la naturaleza que les rodea. El único límite entre las habitaciones y el movimiento lúdico de los árboles es un gran cedazo que cubre la ventana desde donde se pueden apreciar los jardines, el cielo despejado o lluvioso y la inmensidad de las montañas.




El hotel consta de 3 cabañas independientes y distribuidas estratégicamente en puntos de perfecta integración con la fauna y flora, así también cuenta con cuartos dentro de un gran rancho construido con maderas restauradas para su re-utilización, algunas provenientes de la inundación del río Tárcoles, otras, antiguos postes de electricidad.


El hotel es casi 100% auto-sostenible. Y digo casi por que aunque los paneles solares generan toda la energía para el hotel, y la cocina es de leña, en algunas ocasiones deben recurrir al uso de gas para cocinar. Manejan los desechos por medio de un compost que a la vez genera nutrientes para la tierra. Cultivan desde los productos más locales hasta los más curiosos, como la Garnica Dulcis, una flor originaria de Indonesia. Cultivan hasta el arroz y los frijoles que se consumen. De hecho, uno de los productos que sobresale, es el cacao, con el cual actualmente están preparando barras de chocolate! Siendo una apasionada viajera y amante del cacao y el chocolate, puedo asegurar, que éste es uno de los mejores que he probado al día de hoy.


Como buenas nómadas, nuestro equipaje no era más que una bolsita de ropa para yoga y el yoga mat respectivo de cada una. Después que acomodamos nuestras cosas, antes de salir a explorar y llenar nuestras memorias digitales de fotografías, Stephanie nos hizo la pregunta más recurrente del viaje: a qué hora quieren almorzar? Ambas somos practicantes comprometidas con el Yoga. Se preguntarán, “¿eso que tiene que ver con el almuerzo?”. Pues todo y nada. Teníamos que valorar si practicaríamos o haríamos de ese nuestro día de descanso, y si decidíamos practicar, a qué hora lo haríamos para que calzara adecuadamente sin complicar los horarios normales de almuerzo, cena y desayuno. Así que finalmente decidimos que descansaríamos ese día, después del intenso taller de Ashtanga que habíamos tenido durante el fin de semana, al cual asistimos ambas, el cuerpo merecía un poco de energía yin, restauración y relajación.


Nos fuimos a explorar… primera parada: el Yoga Shala frente al jardín de lotos. Se trata de un deck construido al lado de una pequeña cascada, desde la cual, el sonido del agua se mezcla con el canto de los pájaros y la danza de los hojas que se acarician entre sí, el viento como fondo haciendo que la vida cobrara aún más vida, y el Sol jugando a las escondidas entre las nubes y haciendo apariciones fugaces para sorprendernos con los colores rosas intensos de los pétalos de los lotos, y los espejos perfectos en la superficie del agua.




Segunda parada: el estanque de las flores de loto. Ambas, atraídas por la majestuosa y delicada belleza contenida en una flor de loto, dejamos nuestros bolsos tirados en el suelo y nos acercamos emocionadas, como sumidas en un transe, hacia la flor única que resaltaba entre el lodo, y las hojas redondas que cubrían casi toda la superficie del agua. En medio de un miedo sin sentido a que saliera un cocodrilo sorpresivamente del agua, hicimos nuestro mejor esfuerzo para tomar cuantas fotos fue posible. Fue esta flor el personaje más aclamado de nuestra visita.




Tercera parada: el deck de bamboo. Silencio y más silencio. No hubo palabras durante unos instantes. No esperábamos encontrar tal perfección escondida entre los bambúes. Un deck espacioso, sin paredes, sin techo, sin columnas a su alrededor, sin toma corrientes, sin cortinas, sin ventanas. Un espacio totalmente desnudo. Las edificaciones humanas por lo general, adaptan el espacio para su establecimiento, en este caso, era claro que se hizo al contrario, la naturaleza estaba intacta, y el deck fue construido en el espacio y en la disposición única en la que podía mimetizarse con su entorno. El deck de una madera perfectamente colocada, rodeada por el bambú, por su forma y su sonido, por su sombra y su aroma. Un espacio vacío, utópico, casi surrealista. Después de nuestra estupefacción logramos acercarnos al espacio, y por fin ingresar en él. Prometí entonces regresar la próxima vez con un grupo de corazones apasionados por la vida, y crear un círculo de saludos al Sol pulsando en silencio, meditando al ritmo del vacío, y en sincronía con los gigantes danzantes. Fue en este rincón donde decidí que mi próxima visita será un retiro, porque ahora tengo la responsabilidad de extender a otros la oportunidad de experimentar este espacio.




Por fin llegó la hora del almuerzo. No fue una excepción para la cadena de sorpresas y gustosas experiencias. El primer plato, fue una mezcla de hojas verdes: kale, lechuga, espinacas y hasta hojas de moringa, con maíz, frijoles, tomate, y un aderezo secreto que no logramos descifrar, que terminaba de resaltar perfectamente los sabores combinados. Segundo plato: pasta corta con una salsa exquisita de vegetales. Después del postre, Stephanie nos visitó con la pregunta del viaje, esta vez con una ligera variación: “¿A qué hora quieren cenar?”




La tarde se hizo perfecta para sentarnos en las mecedoras frente al estanque de truchas y ver los pájaros pasar mientras disfrutábamos de la quietud. Sobre pájaros no puedo decirles mucho porque no sólo no soy experta, sino que además tengo un conocimiento nulo al respecto. Lo poco que puedo agregar, es lo que nos contó un guía turístico que estaba hospedándose también en el hotel: “hoy salí en la mañana a ver pájaros, y sólo en ese ratito, vi más de 60 diferentes especies de pájaros, éste es el paraíso para el Birdwatching”.



Luego de una siesta llegó el llamado de la alfombra: una meditación nos esperaba, y el guía no era otro que un cielo sonrojado en sutiles colores. La tarde se nos hizo corta para terminar de explorar, el cuerpo nos pedía relajación y descanso, y estábamos en el lugar ideal para ello. Por ese motivo no llegamos a caminar hasta la catarata, de la cual puedo asegurar, recordando mi visita pasada, que es un camino delicioso de transitar.


Para la cena, nos sorprendieron con una crema de calabaza con vegetales como primer plato. El segundo plato, manteniendo la diversidad cromática y gastronómica, pero conservando la tradición costarricense: unos enyugados rellenos de vegetales, acompañados con remolachas en forma de espagueti. Antes de irnos a dormir, no podía faltar la pregunta recurrente: “¿A qué hora quieren desayunar mañana?”.


Algo interesante en el hotel, es que los cuartos no tienen tomacorriente. De hecho, éstos, están centralizados junto a la recepción, por lo cual la única forma de recargar celulares, laptops, cámaras, tablets, y otros, es dejarlos conectados en dicho lugar, y entonces dedicarse con más libertad a explorar. Así que si además de buena comida, excelente atención, espacios ideales para meditar y practicar yoga, si además de integrarte con la naturaleza y observar aves, estás buscando un detox tecnológico, Macaw Lodge es también el destino para ti.


Al día siguiente, a las 5 de la mañana nos pusimos en pie para empezar nuestras rutinas Yógicas. Entre la penumbra de una noche que tardaba en marcharse y un Sol que buscaba una entrada entre las nubes por donde asomarse, fuimos fundiendo cada inhalación y cada exhalación, las vibraciones de los mantras, los saludos a un Sol que en cuestión de segundos cubrió de dorados los reflejos del rocío en el vasto horizonte. La experiencia de hacer una practica de Yoga rodeadas de tantos milagros y despertares, es un regalo. Nos acompañaba la sinfonía del viento, las melodías dulces de las aves que se paseaban curiosas, y un Sol que terminó entrando descalzo al salón y sin necesidad de alfombra, fluyendo al son de su propio fuego, de una postura a la otra.


Ooooooooommmmmmmmm… silencio! Una pupila perezosa se abría paso entre mis párpados regresando todo mi cuerpo al micro-paraíso donde había iniciado mi práctica. Era la hora de desayunar.


El cierre de nuestra corta visita fue un delicioso plato de frutas, tortillas y pan casero, mermeladas de frutos de su propia cosecha, un sabroso gallo pinto con huevos y un café recién chorreado.




Nos fuimos con un gustito de felicidad extendida en el recuerdo y la huella de un delicioso café con dejo a chocolate en la boca. Nuestro equipaje iba igual de vacío que al ingresar, pero nuestra alma se iba llena de su propia naturaleza. A veces olvidamos que la naturaleza no es un acontecer externo, la naturaleza somos nosotros también, y es en espacios como Macaw Lodge que podemos encontrarnos con ella en nuestro corazón.




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