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La historia que no les había contado


Desde un poco antes de mis 18 años y durante toda mi vida de adulto joven (hasta mis treintas aproximadamente), consumí cantidades absurdas de alcohol. Además, tenía un apetito insaciable, en una cena entre amigos era capaz de comerme mi plato completo más lo que los demás no se comieran del suyo. Me encantaba el azúcar, los postres eran mi debilidad, desde que me sentaba a comer, mi pensamiento ya estaba en el postre que iba a ordenar. Pero como fui bailarina por tantos años, y luego igual no me paraba de mover, no noté que ese estilo de vida me afectara. Además, tenía el pensamiento iluso de que si tomaba suficiente agua y consumía suficientes frutas y vegetales podía comer cualquier otra cosa y nada me afectaría.


Cuando empecé a viajar, a mis 33 años, tuve muchos cambios de alimentación y horarios de sueño, tuve muchas fluctuaciones con el peso, lo gane y lo perdí innumerables veces, pero en especial aumenté. Por primera vez en mi vida llegué a pesar 58 Kilos estando en India. Por suerte, nunca basé mi aceptación propia en mi peso o imagen corporal. Pero me di cuenta que más allá de ganar o perder peso, había algo que sí me preocupaba: cada vez me enfermaba más, tenía muchos dolores de estómago y de cabeza. Los dolores se hicieron tan constantes que en un punto llegué a considerarlos “normales”. Pero ningún dolor es “normal”, el dolor es una señal del cuerpo, es el lenguaje por medio del cual el cuerpo nos dice que algo no anda bien.



Yo pensaba que si comía un poco de todo, estaría bien, pues incorporaba siempre leguminosas, vegetales y frutas. Pero verán, ya mi cuerpo estaba afectado por el estilo de vida que tuve previamente. Y por otro lado, comer un poquito de todo, en especial si “todo” incluye muchos alimentos procesados, podría tener graves consecuencias a largo plazo en la salud.


Desde mis veintes estuve expuesta a información sobre salud integral, hice cursos de bio-alimentación y alimentación consciente, entendía la importancia de los verdes, de tomar agua, lo dañina que es el azúcar, la importancia de consumir frutas, lo esencial que son los verdes en la dieta, etc. Pero toda esa información me era insuficiente, tenía que experimentarlo en mi propio cuerpo para aprender. Lamentablemente la educación sobre alimentación y lo que nos enseñan que es saludable está muy lejos de serlo, la cantidad de venenos escondidos en los alimentos que consumimos va en asenso y el problema más grave es que no nos enteramos.


El pico de esta decadencia de salud lo alcancé casi dos años atrás, durante mi último viaje a India, cuando motivada por situaciones de estrés emocional magnificadas por el miedo a enfermarme una vez más en India por alimentos contaminados, empecé a alimentarme de pura repostería: croissant con capuchino para antes del desayuno (mucha azúcar), leche con chocolate y bolita de chocolate con nueces y superfoods como merienda (más azúcar), dulces y galletas locales con chai en la tarde (más azúcar). Mis comidas eran masomenos balanceadas, consumía muchos vegetales y leguminosas durante el día, pero esto no compensaba la carga de azúcar que se estaba acumulando en mi cuerpo.



Como se imaginarán, no sólo subí de peso, sino que además mi salud se empezó a deteriorar gradualmente de una forma como nunca antes lo había vivido.


Justo un año antes de este episodio, había estudiado Coaching de Salud con énfasis en nutrición integral, y sabía muy bien el daño que me estaba haciendo. Así que empecé a cortar poco a poco los alimentos que sabía que me dañaban. Sabía que comía mucho más de lo que necesitaba, y que comía por estrés, estaba usando la comida como confort emocional.


Los cambios que implementé en mi alimentación a mis treintas iban bien direccionados, pero había mucho más que descubrir. Esta vez los cambios tenía que ser más radicales. Entendía muy bien como el azúcar dañaba el sistema endocrino y por ende todos los demás sistemas, entendía las potenciales consecuencias de seguir alimentándome como lo estaba haciendo bajo las circunstancias de un sistema digestivo que ya estaba deteriorado. En realidad tenía años de buscar la salud por medio de la alimentación, mi problema era la falta de consistencia. La salud no es algo que se practique solo 5 días por semana, es un hábito de cada día.


Todo en mi vida cambió cuando me enteré que tenía un desbalance de Candida en mi intestino, y que además estaba embarazada! Es decir, no solo no consumiría medicamentos químicos porque no los consumo sino que además no era una posibilidad. Así que mi doctor, que es un doctor funcional con enfoque holístico, me dio una dieta super estricta que tenía que mantener, digamos, por el resto de mi vida, con algunas modificaciones una vez mi cuerpo se estabilizara.



La diferencia entre esa dieta y lo que yo ya había implementado fue la eliminación completa de almidón y azúcar. Yo pensaba que la cantidad de azúcar que consumía estaba bien, pero no lo estaba. Consumía muchas frutas, en especial las que tienen alto índice glicémico. Consumía arroz integral, pan integral, queso, pasta, papas… y al menos la mitad de mi dieta estaba ocupada por este tipo de alimentos, que aunque fuesen integrales (a excepción de la pasta y el queso), proporcionaban precisamente lo que no debía consumir: azúcar!


Verán, la Candida es un hongo o levadura que crece en el intestino de todos los seres humanos, que se alimenta de AZÚCAR! Hay muchos tipos o cepas de cándida, yo tenía 3 cepas en absoluto desbalance, tenía una super población que estaba impidiendo la asimilación de nutrientes, por lo cual tenía anemia y como consecuencia debilidad y mi estado emocional se estaba viendo muy afectado, además tenía constante inflamación en el intestino, dolores de cabeza, somnolencia y cansancio continuo. Cuando me daban dolores de estómago y cabeza, eran insoportables, tenía que quedarme dos días en cama como mínimo.


Descubrir este desbalance fue una de las mejores incomodidades con las que tuve que aprender a convivir. Tuve que aprender a ser responsable de mi salud por primera vez en mi vida.


Poco a poco he ido aprendiendo a utilizar el alimento como mi medicina y descubrir una nueva dimensión sobre la palabra salud. Creía yo que tenía un buen entendimiento de la salud. Desde niña en mi casa los vegetales y las frutas eran esenciales. Los jugos y té nunca se tomaban con azúcar, se consumía arroz integral y no consumíamos ni carne roja ni de cerdo. Pero en ese entonces y hasta hace muy poco desconocía los venenos escondidos en los alimentos procesados que consumía, para los cuales, los vegetales y frutas de mi dieta eran insuficientes. Además, en contraposición a la buena calidad de alimentos que se consumían en mi casa, yo separadamente consumía cantidades absurdas de dulces, helados, leche condensada, chocolates, galletas, etc.



Así, en primer lugar tuve que aprender a eliminar los almidones de mi dieta, al menos los alimentos que estaban más cargados de ellos, eliminar el glúten, el queso de vaca, las frutas y vegetales que tuviesen índice glicémico medio o alto (banano, manga, papaya, sandía, papa, yuca, remolacha, etc), el vino y cualquier bebida con alcohol, cualquier alimento procesado que en la etiqueta tuviese: “yeast” o levadura, azúcar, fructosa, edulcorantes (en especial los de base alcohólica), miel, siropes, trigo, maíz, yuca, arroz). Además, aprendí sobre alternativas a ciertos alimentos, por ejemplo, cómo hacer granola sin avena, sólo con nueces, cacao y coco.



En segundo lugar, y esta fue la parte más difícil, tuve que aprender a escuchar los comentarios y juicios de los demás y no dejarme afectar por ellos: “usted no come nada?”, “pruebe un poquito, una vez en la vida no pasa nada”, “tómese una copita, nada le va pasar”, “pero si no come almidones, entonces qué come?”, “estás muy delgada, estás comiendo bien?”… o el llegar a un restaurante y darme cuenta que lo único que puedo comerme son unos vegetales al vapor o una ensalada, y sin aderezo porque es muy posible que tenga azúcar. La realidad es que una copita de vino, sí me hace daño, me he vuelto tan sensible a los alimentos que puedo percibir el cambio en mi organismo cuando consumo algo que no contribuye a mi salud. Y si lo hago repetidas veces, el resultado es catastrófico: termino de nuevo con dolores e indisposición, en cama por varios días.



Como consecuencia de esto, perdí casi 20 libras y tuve que aprender a alimentarme adecuadamente para mi condición e incorporar algunos otros alimentos que antes no consumía, como pescado y pollo (orgánico y de pastoreo), aunque en muy pocas cantidades. Siempre tener disponibles leguminosas, quinoa, nueces, aguacate, kefir, coco, cacao, mantequilla de maní y queso de cabra. Además de esos alimentos consumo muchos verdes, col rizada, arúgula, albahaca, espárragos, brócoli, apio, perejil. Cuando puedo como falafel y huevos de vez en cuando. Actualmente, tolero bajas cantidades de azúcar, puedo comer arroz integral de vez en cuando y en pocas cantidades, camote, zanahoria, medio banano, avena, chocolate con 90% de cacao, etc. Pero por lo general, cuando abuso de las excepciones, mi cuerpo inmediatamente me recuerda por donde ir.


Me preguntan si soy Paleo, Keto, vegetariana, celíaca, pero no soy ninguna de estas cosas. Soy simplemente consecuente con las necesidades de mi cuerpo en lugar de las de mi paladar, y encuentro disfrute en sentirme bien después de comer. A mis 37 años soy más fuerte y flexible de lo que he sido toda mi vida, y tengo una vida plena, qué más puedo pedir?


En este proceso, aprendí que más de la mitad de la población sufre de desbalance de Cándida y no lo saben, lamentablemente terminamos tratando los síntomas y no el problema. Por otro lado, re-aprendí a leer las etiquetas de todo lo que consumo, con lo cual reconfirmo cuanto hemos perdido el concepto de alimentación y nos enfocamos en el mero acto de comer. Es sorprendente darse cuenta que hasta la mantequilla de maní, el pesto y el humus tienen azúcar.


Es interesante que socialmente aprendemos a comer por placer o como mecanismo de defensa para el estrés. Pero olvidamos algo tan básico que desde los tiempos de antes de Cristo, ya era de conocimiento de muchos, como lo dijo Hipócrates: “Deja que el alimento sea tu medicina, y que la medicina sea tu alimento”.


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Si quieres conocer un poco más sobre lo que como, sigue mi Blog, pronto estaré compartiendo algunas de las comidas que preparo, ingredientes maravillosos que encuentro en el mercado y otras recomendaciones de salud.

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