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Quién soy hoy


Hoy me levanté con un propósito, escribir sobre quién soy.

Hay dos perspectivas desde donde podría responder esta pregunta. La primera es desde la consideración de que quien realmente somos, nuestra verdadera esencia, es inmutable e ilimitada, y no podría por ende someterse al escrutinio limitante de las palabras. La segunda perspectiva, viene desde lo efímero, desde lo que está en constante cambio y que insistentemente tendemos a confundir con lo que somos.

Escribir sobre mi como identidad cambiante, implica referirme de alguna forma al pasado y al futuro, pues quien soy en este presente es una colección de resultados de procesos que se han transmutado y evolucionado, sumados a una visión que no tiene otra tierra que el futuro, una proyección para trazar una dirección. Cada vez que he escrito sobre quién soy ha sido por una necesidad no propia pero más bien profesional, de tener una biografía, un currículum. Hoy quiero permitirme escribir sobre mi desde un lugar de libertad, con el reto de no usar el pasado y el futuro, o al menos usarlos lo mínimo posible, y explorar así los aspectos que considero más trascendentes que títulos y certificados que he coleccionado.

Así decidí responderme dos preguntas sencillas, con base en mi experiencia del mundo en el presente:

  1. Cuales son mis rutinas y rituales?

  2. Cuales son mis creencias y principios?

¿Cuáles son mis rutinas y rituales?

Mis rutinas son mi medicina. Cada práctica es un ritual en sí mismo que me genera procesos de sanación en diferentes niveles. La práctica de Ashtanga Vinyasa es una medicina para mi cuerpo físico, es en sí misma una terapia, que infunde una refinada salud y vitalidad a mi Columna vertebral y por ende se refracta a todo mi cuerpo. Me pone en contacto con mis emociones más desconocidas y al final, le regala calma a mi mente agitada.

Mi pasado como bailarina deja sus huellas que piden a gritos expresarse, así es como llega a mí el movimiento ritualístico, una práctica que podría describir como danza, que surge como respuesta a la poesía sin palabras, al canto sin voz. Una inefable vibración que se expande desde mi centro y me sana, me hace estar más viva y más presente.

La voz y la música son otra de las formas de medicina que practico cada día. Mantras y Stotras Védicos reprograman mis patrones mentales desde la médula, generando cambios a un nivel menos tangible pero más permanente. Cantos y creaciones personales por medio de la voz y el sonido del harmonium, el ukulele, el djembe, los cuencos tibetanos, me conectan con una vibración fuera del ámbito de lo racional, donde emergen estados de gozo pleno.

Cada día escribo, mucho de lo que escribo lo comparto, y otra fracción permanece en las fronteras de mis secretos. Escribo porque por este medio logro ver en mí lo que no veo con mis ojos, sentir lo que no siento con mi piel, escuchar lo que no escucho con mis oídos, y conocer lo que no conozco con mi mente racional. Los procesos de escritura revelan dimensiones de mi que desconozco hasta que nacen en el papel, y organizan mis emociones y pensamientos de una forma en la que es más sencillo ver a través del cristal. Las palabras me van transportando a dimensiones de fantasía dentro de mí, que terminan transmutándose en realidades y procesos de toma de consciencia. La escritura es una medicina para el alma, una rutina que me llena de claridad y de indescriptibles sensaciones en mi pecho.

Una de las rutinas que más disfruto es la de cocinar, una combinación entre creatividad y medicina. Cocinar es un ritual en sí, una práctica de devoción profunda y de enfoque en la vibración de los frutos de la tierra, pedacitos de cúrcuma, coco, ajo y jengibre, una pizca de Sal del Himalaya, cáscara de limón, y muchas dosis de gratitud a Pachamama, hacen del plato una experiencia sublime.

Otra de mis prácticas es la de leer y estudiar. Esta práctica me permite construir patrones de información afines y complementarios a mi camino, estructuras sobre las que después puedo doblarme, transformarme y reconstruirme hacia múltiples direcciones.

Muchos hábitos me construyen, me edifican y me desestructuran, sentarme en silencio con los pies en el agua, trazar pinceladas con acuarelas en los lienzos blancos, respirar con consciencia y paciencia, jugar con el ritmo del aire, y sentir la paz del vacío.

Mis rutinas son mi medicina porque le quitan los velos de ignorancia a mi consciencia espiritual y me dan alegría de vivir.

¿Cuáles son mis creencias y principios?

Creo en el potencial humano de encontrar respuestas y generar conocimiento por medio de la experiencia personal y colectiva, y no por medio de la dogmatización o repetición de la experiencia de otros. Creo en la compasión, en la capacidad de comprender al otro desde su circunstancia y sus experiencias, no para justificarle o para pensar igual, pero para permitirnos la diversidad de experimentar el mundo desde diversas perspectivas.

Creo en una fuerza divina que todo lo permea. Creo en los mensajes que nos envía nuestro cuerpo, llenos de información sobre lo que está sucediendo en nuestra vida a lo que quizás no le estamos prestando atención. Creo en el poder de la medicina interna: el poder del pensamiento consciente, el poder de la palabra consecuente, y el poder de la acción consistente.

Creo en el alimento como medicina, en la capacidad de sanarnos por medio de una elección inteligente de alimentos basada en lo que nos nutre como motivo primario en lugar de la satisfacción del placer.

Creo en el poder sanador de la expresión creativa por medio de las palabras, de un pincel, del color, del cuerpo, de la voz, del sonido, del movimiento. Creo en sonreírle a los extraños, hablar con el espejo, reírse sin motivo y abrazar a los árboles.

Creo en el derecho que tenemos a ser únicos, innovadores y creativos, en el derecho a ser más espontáneos y menos predecibles, más auténticos y menos predefinidos por las implícitas reglas sociales, más sustanciales y menos triviales.

Creo en la belleza, no la que aprendimos en la calle sino la que brota del corazón, la que sentimos con más sentidos que el de la vista. Creo en la producción y consumo local y artesanal por encima del masivo e industrial. Creo en la acción con devoción, el amor al trabajo y en el balance entre el esfuerzo y el descanso.

Creo que necesitamos más tiempo de conexión con la tierra, el sol y los ríos, y menos tiempo con nuestros teléfonos y portátiles.

Creo en una vida con propósito y en un propósito con vida. Creo que las equivocaciones son oportunidades para aprender a hacer las cosas de una forma distinta. Creo que necesitamos menos resistencia a fallar y más caídas para aprender a levantarnos. Creo en una colectividad basada en cooperación y no en competencia. Creo en la importancia de tomar responsabilidad por nuestras decisiones, pero no creo en reducirnos a ser determinados por una equivocación del pasado.

Creo en el poder de la escritura para conocer las luces y las sombras que habitan en las inaccesibles cuevas de nuestra mente, para poner nuestras ideas en orden, las que ya conocíamos y las que no.

Creo en la Bio-Individualidad del ser humano, considero que no existe un solo método, sistema o receta que funcione de igual forma para todos. Y es por esto que me nutro constantemente por medio del estudio, la práctica y la exploración personal, para poder así, compartir mis experiencias desde un lugar de verdad, humildad y honestidad.

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