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Un lenguaje más allá de las palabras

Hace una semana estuve en San José, compartiendo un taller especial sobre ajustes y asistencias manuales en la práctica del Yoga, con algunos de los estudiantes egresados del Programa de Formación para Profesores de Yoga de Sacred Self School.


Debido a las circunstancias presentes en las cuales el tema de tocar a otros es tan sensitivo, los ajustes manuales en la enseñanza del Yoga se han quedado cada vez más en el olvido o han tenido que permanecer en silencio, guardados en una cajita de tesoros, mientras que de alguna forma el mundo aprende a sentirse sin miedo de nuevo.


Así, en medio de resistencias y políticas sociales de separación, logramos armar un taller con pocos participantes, para explorar el arte del ajuste manual.


Durante más de 12 meses me he limitado a enseñar con muy poco o nulo contacto, utilizando la instrucción verbal como medio para guiar al estudiante. Poco a poco mi cuerpo fue olvidándose, al menos temporalmente, del profundo y a la vez sutil poder del contacto físico.


Al guiar este taller, volví a experimentar, a reconocer la comunicación inefable que se desarrolla entre el maestro y el estudiante por medio de las manos.



La instrucción verbal puede ser sumamente precisa y llevar al estudiante a espacios nunca antes conocidos, puede desarrollar una reconstrucción de la postura y enseñar al practicante a crear salud en su cuerpo. Pero hay algo que la instrucción verbal carece: el silencio.


Al dar una instrucción verbal de alineación con uso de acciones biomecánicas, se mantiene abierta la posibilidad de que la mente de quien la recibe continúe activa, en un estado de alerta, con la parte racional del cerebro operando activamente. Inclusive, en algunos casos, la instrucción verbal puede mantener al sistema nervioso simpático sobre estimulado, de forma que el estudiante se mantiene en un estado crónico de lucha-huida que arrastra de su cotidianidad y se sostiene bajo la premisa de lograr una alineación perfecta, o una postura correcta.


Al contrario de la instrucción verbal, el ajuste manual tiene el potencial de crear una comunicación a un nivel mucho más sutil, en el cual, el cuerpo consigue experimentar la postura, la alineación y la profundidad, sin necesidad de activar su mente analítica, por ende, manteniendo un estado de relajación más profundo, lo cual a su vez permite una respiración más profunda y un proceso de aprendizaje más efectivo. Y más allá de esto, el ajuste manual, cuando se realiza siguiendo las cadenas miofaciales, trabajando sobre las direcciones de las fibras del cuerpo, es capaz de tocar y liberar puntos de densidad emocional o nudos emocionales, de una forma que raramente se logra por medio de una instrucción verbal.



Mi forma de ajustar ha evolucionado a través de los años, y cada vez busca menos mover los cuerpos de formas expresas, y busca más dar dirección o intención a la energía dentro del espacio que ya existe.


Aprendí mucho este fin de semana. Siempre que guío un taller aprendo muchísimo. Pero este fin de semana, fue especialmente revelador pues durante muchos momentos no tuve acceso a mi cuerpo porque me encontraba amamantando a EluKai, por ende, en lugar de mostrar la posición, el movimiento y la dirección del ajuste, lo dirigía con la palabra. Pero había algo que no podía ser rozado con las palabras: la intención. La intención es el color del movimiento, la sensación, la energía con la que opera. No había palabra, metáfora ni poesía que pudiese equiparar la claridad y sutileza de la experiencia y el contacto. Y esto me lo llevo en mi corazón.




En este taller, todos pudimos experimentar la calma mental que el ajuste manual ofrece y yo pude recordar una de mis partes favoritas de la enseñanza: el espacio íntimo y de confianza que se crea por medio de una comunicación sin palabras, pero llena de amor.

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